IL Cenáculo

Es un mural conocido en el mundo de habla hispana como “La Última Cena”.

Fue pintado por Leonardo da Vinci entre 1495 y 1498.

Sus dimensiones son: 460 cm de alto por 880 cm de ancho.

Todavía permanece en el sitio en que fue pintado originalmente, se ideó e intentó recortar el trozo de muro y transportarlo a lugar más seguro, pero su fragilidad no lo ha permitido.

Se encuentra en el comedor del convento de los dominicos de Santa Maria delle Grazie, en Milán.

En esos días Leonardo trabajaba para el Duque Ludovico Sforza, el Moro.

El Duque es quien le hace el encargo de pintarlo, algo no muy importante para el modesto convento.

Sin embargo, al genial artista, éste mural le resultó apasionante y lo tomó como un reto.

Da Vinci era un pintor sin igual, pero con los murales no se llevaba mucho ya que era muy lento y perfeccionista y para pintarlo al fresco era necesario hacerlo rápido y por partes, porque se pintaba sobre el revoque de la pared todavía húmedo y se lo dejaba secar junto con la pintura.

Esa técnica es fiable con un probado resultado.

Pero Leonardo decide inventar una superficie de yeso en el espacio entero, que le permitiera pintar pausadamente e ir haciendo los bosquejos de la distribución de los personajes, observando como iban quedando y modificarlos si era necesario.

Primero, la distribución de los comensales es una idea fantástica que sólo a él se le podía haber ocurrido.

Quienes lo vieron trabajar quedaron maravillados por la forma en que lo hacía, se escribieron varios testimonios coincidentes que nos cuentan que se lo veía subir a su andamio temprano por la mañana e irse ya a la tarde-noche.

A veces pintaba frenéticamente sin soltar prácticamente el pincel, otras más comunes quedaba pensante frente al trabajo y al final del día había dado tres o cuatro pinceladas o ninguna.

Otras ocasiones abandonaba el andamio imprevistamente y salía a caminar por las calles, se creía que esto lo hacía para buscar rostros de gente que se adaptaran a los apóstoles.

Hubo dos en especial que lo tuvieron muy ocupado y que fueron los últimos que retocó: Jesús y Judas Iscariote.

Pintaba, despintaba, deshacía, retocaba, así todo iba muy lento, tanto que el Prior del convento se presentó frente al duque para solicitarle que apurara al artista.

Cuando el duque se cruzó con Leonardo le habló del tema, éste le contestó: “Los buenos artistas cuando observan y piensan obtienen los mejores resultados”, a lo que el duque no supo que responder.

Cuando finalmente la obra fue dada por concluida, todos quedaron maravillados, monjes, nobles, milaneses y hasta se organizaron peregrinaciones para admirarla.

En el convento todos estaban eufóricos.

Tanto amó Da Vinci a su obra que no le pidió un solo centavo al Duque.

El rey de Francia, Luis XII, invadió Milán en el año 1500 y destruyó el ducado.

Al ver el mural quedó deslumbrado y fue él, uno de los que imaginó desmontarlo y llevarlo a Francia, pero el muro carecía de la solidez necesaria y además se estaba manifestando un deterioro que aterró a los monjes y a todo Milán; la pintura se estaba resquebrajando y enmoheciendo.

El invento de Leonardo había fallado.

A partir de entonces comenzaron los esfuerzos para mantener la pintura en buen estado con la práctica de restauraciones, se han hecho siete hasta hoy.

Se logró mantener una imagen velada y sin brillo, pero se puede comprobar lo magnífico de la obra maestra.

El momento que representa la escena, es de consternación general, es cuando Jesús terminó de decir a sus doce apóstoles: “Uno de vosotros me traicionará”.

Los gestos y actitudes de los apóstoles son conmovedoras ya que revelan los sentimientos de cada uno de ellos ante la figura impasible de su Maestro.

Incredulidad, asombro, desconcierto, indignación y hasta enojo se pueden ver en sus rostros, como una fotografía de ese instante crucial en sus vidas.

La obra sufrió varios maltratos por ignorancia, por ejemplo : los monjes construyeron una puerta para que las viandas llegaran más rápido, mutilando parte de la composición; un militar de Napoleón convirtió el refectorio en una caballeriza y un bombardeo cercano resintió el ya frágil muro; en fin, es un verdadero milagro que el mural haya sobrevivido hasta nuestros días.

De esta composición existen estudios e interpretaciones diversas sobre mensajes, códigos y simbolismos que han inspirado intrigantes e interesantes historias, por ejemplo: nótese la esmeralda que luce Jesús y el nudo en la punta del mantel, algo para volar la imaginación.

En 1980 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Por: Antonio Aceves

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