El niño rey que desapareció

Luis XVII de Francia, el hijo pequeño del rey Luis XVI (1754-1793) y de María Antonieta (1755-1793), nacido en 1785 en Versalles, deespués de que sus progenitores fueran ejecutados en la guillotina durante la Revolución Francesa, su suerte como benjamín y Delfín de Francia es una incógnita.

¿MURIÓ DE TUBERCULOSIS O

LOGRÓ ESCAPAR AL EXILIO?

El príncipe Luis Carlos nació en el Palacio de Versalles el 27 de marzo de 1785, siendo el tercer hijo del rey Luis XVI y de la reina María Antonieta, después de María Teresa Carlota (1778-1851) y de Luis José (1781-1789). Como era habitual en los hijos de reyes de la época la educación del pequeño príncipe fue asignada a institutrices elegidas por la reina, en este caso la duquesa de Polignac, la marquesa de Tourzel y, sobre todo, por Agathe de Rambaud, quien fue para Luis Carlos una segunda madre. La tranquila infancia del príncipe se vio alterada en junio de 1789 cuando su hermano mayor y heredero al trono, Luis José, falleció de tuberculosis.

Desde ese momento el pequeño Luis Carlos se convierte en Delfín de Francia.

Su vida, como su familia, estuvo marcada por el estallido de la Revolución Francesa en 1789.

En octubre de ese año la familia real francesa fue obligada a abandonar su residencia el lujoso Versalles para ser enviada bajo arresto domiciliario al Palacio de las Tullerías de París, donde los Reyes y sus hijos pasarán tres años de reclusión e incertidumbre por su integridad física y el futuro de la  monárquica gala.

Tal es la angustia del Monarca y los suyos que en junio de 1791 la Familia Real intenta, si bien en vano, escapar del internamiento. Este huida fallida, conocida como la Fuga de Varennes, solo sirvió para enardecer los ánimos de los revolucionarios contra el Rey.

Finalmente el 10 de agosto de 1792 el Palacio de las Tullerías es asaltado por un gentío iracundo y armado. La Familia Real que en primera instancia busca refugio en el edificio de la Asamblea Legislativa es finalmente detenida y enviada a la Torre del Temple.

Los acontecimientos se precipitan. El rey Luis XVI es ejecutado en la guillotina el 21 de enero de 1793 –su madre correría la misma suerte en octubre de ese mismo año- y el príncipe Luis se convierte en rey de Francia bajo la regencia de su tío, el conde de Provenza.

El joven rey vive meses de auténticas calamidades –entre los que se encontrarían de acuerdo a varios testimonios abusos sexuales – en la prisión donde se encuentra confinado.

Finalmente en 1794, desnutrido y encerrado en una celda sin luz, el niño rey cae enfermo. En junio de 1795 muere en prisión a la 10 años, oficialmente de escrófula. Nunca se le hizo autopsia y fue enterrado en una fosa común.

Hasta aquí la historia oficial.

Poco después del presunto fallecimiento del pequeño Rey, el pueblo francés comenzó a especular sobre su posible asesinato a manos de los revolucionarios más radicales y, en 1814 un historiador afirmó que había sobrevivido, en 1846 la fosa común donde sus restos habrían sido sepultados fue exhumada. Tan solo un cuerpo de los allí enterrados mostraba signos de haber sido presa de la tuberculosis, pero su edad –era mayor de diez años- no coincidía con la del niño Rey.

Si, en efecto, el rey seguía vivo, ¿cuál era su identidad y dónde se encontraba?

A lo largo de los años esta pregunta fue objeto de continúo debate en los círculos monárquicos franceses e internacionales.

Una serie de nombres aparecieron en la prensa, rodeados de historias raras, detrás de los cuales se escondería el rey Luis XVII.

Uno de los casos fue el de naturalista y ornitólogo americano John James Audubon, quien tendría varias historias en su infancia que facilitaron las especulaciones.

En alguno de los casos, los supuestos reyes hicieron de su vida un auténtico espectáculo, como Eleazer Williams, descendiente de indios navajos, que se convirtió en una celebridad en los Estados Unidos, después de que publicara sus memorias El príncipe perdido, en las que afirmaba ser el niño rey huido de la Francia.

Además de otros pretendientes extravagantes el candidato más verosímil durante un tiempo fue el relojero alemán Karl Wilhelm Naundorff quien no solo presentó una serie de documentos presuntamente originales pertenecientes a la Familia Real gala, sino que consiguió que una de las nodrizas reales dijera que Naundorff era el niño Rey.

El relojero, que comenzó a hacerse llamar Luis Carlos, vivió el resto de su vida como un aristócrata en los Países Bajos, en donde se le permitió incluso usar el apellido Borbón. Sin embargo, en el siglo XX, tras realizarse un examen del ADN de un hueso de la pierna de Naundorff, fallecido en 1845, se demostró que no tenía en ningún lazo de sangre azul.

Sus descendientes, no obstante, aún mantienen hoy la tesis de su antepasado.

A principios del siglo XXI, el misterio pareció haber sido resuelto, cuando el historiador Philippe Delorme hizo un estudio genético comparando un cabello de la reina María Antonieta con restos encontrados de la fosa común en la que rl pequeño Rey habría sido enterrado. El resultado reveló que entre los huesos de la tumba estaba un familiar de la Reina.

Sin embargo, los científicos no pudieron determinar que los restos fueran los del hijo de la Soberana, dejando por tanto la duda de si en efecto se trataba de Luis Carlos o de algún pariente de María Antonieta enterrado ahí.

En definitiva, el misterio del rey Luis XVII sigue sin ser resuelto de una forma categórica.

¿Cuál fue su verdadero final?

Por Antonio Aceves

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