¿Cómo quieres ser recordado? Le preguntaron en alguna ocasión. ¿Acaso como un genio del ajedrez? “No para nada”, contestó Fischer, “prefiero como un Genio que jugaba al Ajedrez, eso me parece más justo”.
Con un coeficiente intelectual IQ de 184 (igual al de Albert Einstein) Bobby tenía razón al afirmar lo anterior.
Puede sonar arrogante lo que pensaba sobre sí mismo pero no es así, Robert James Fischer nacido en 1943 en Chicago, Illinois, aunque creció en Brooklyn, NY, siempre asombró a todos por su brillante inteligencia y extraordinaria memoria desde que era pequeño, al igual que su Madre (Regina) de manera natural aprendió varios idiomas (entre ellos el ruso y el castellano) y su mente despierta de 6 años se enamoró del Ajedrez cuando su hermana mayor (Joan) le enseño el juego que había comprado en el kiosko de periódicos en la esquina de su departamento.
El flechazo fue instantáneo recuerda Fischer, “me enamoré en seguida, se convirtió en mi única distracción” afirma Bobby, “todo lo demás lo hice a un lado y en mi cabeza empecé a imaginar el movimiento de las piezas en el tablero”.
Fue tanta su obsesión que su Madre temió por su salud mental y lo llevó con un psicólogo quien luego de escucharla y platicar con el chico la tranquilizó aconsejándola: “hay muchas cosas peores que jugar al Ajedrez, es mejor que lo apoye para que lo practique bien y eso le sirva para su desarrollo infantil y en su vida escolar”.
Tiempo después cuando doña Regina quiso poner un anuncio en un periódico local, para pedir compañeros de juego para su pequeño, le sugirieron ir con un conocido y apreciado maestro de ajedrez, Carmine Nigro, quien lo recibió en su Club y se convirtió en su tutor.
Bobby pasó muchas horas felices en ese lugar, creció haciéndolo cada vez mejor y se habituó a jugarlo a diario, inclusive al aire libre en las mesas del parque de Manhattan.
Aunque no era un niño prodigio, fue hasta los 11 años cuando empezó a ganarle a todo mundo.
“Leía todo lo que llegaba a la librería del club” indicó Fischer, “luego practicaba y se me venían nuevas ideas a la cabeza y con todo eso me convertí en un buen jugador”.
A los 12 años ingresó al club de ajedrez de Jack Collins, con quien trabó una gran amistad y que se convirtió en un Padre para él (Fischer no conoció a su Papá, quién vivía en otro país separado de ellos, Collins puso a su disposición la gran biblioteca privada sobre ajedrez de su club y Bobby se convirtió en un asiduo lector de esos libros, muchos de ellos en ruso.
Así Fischer empezó a jugar y ganar torneos locales, uno tras otro, pronto se hizo popular y reconocido como el nuevo prodigio que vivía en la ciudad de Nueva York, a los 13 años empezó a ganar dinero dando exhibiciones de partidas simultáneas en donde les ganaba a casi todos.
Su ascenso fue meteórico y en Julio de 1956 ganó con facilidad del Campeonato juvenil de USA, convirtiéndose en el más joven en hacerlo.
Comenzó a aparecer en las revistas nacionales de USA de ajedrez, a finales de ese año participó en el prestigioso Torneo de Rosenwald en donde enfrentó a la crema y nata del ajedrez norteamericano, jugó de forma brillante en especial contra el maestro de ajedrez Donald Byrne en una partida en donde sacrificó muchas piezas para terminar dándole jaque mate, fue considerada la mejor partida del año y su prestigio alcanzó el reconocimiento internacional.
Para 1958 y de nuevo en Rosenwald Bobby Fischer se convirtió en el Campeón nacional de USA, con poco menos de 15 años fue el más joven en hacerlo, lo ganaría 8 veces más.
Por: Antonio Aceves