Artaban pudo tomar al camino con la ruta hacia Palestina, pero ya era tarde, esa noche vió con tristeza que la brillante estrella había dejado de iluminar el cielo…

El cuarto Rey mago

Hace muchos años en un lejano lugar de Asia, habitaba un Mago (o sabio según las antiguas costumbres) llamado Artaban, que se dedicaba a observar el cielo y las estrellas igual que otros hombres que estudiaban el enorme y luminoso firmamento cada noche.

En especial apreciaba a tres de ellos, a Melchor de Persia, a Gaspar de Arabia y a Baltazar de Egipto, con ellos mantenía comunicación vía medios de esa época

Un día Melchor le informó que había detectado una nueva estrella en el firmamento, la localizó hacia el oriente y que al parecer se desplazaba hacia las planicies de Babilonia, de inmediato Artaban se puso a buscarla y siguiendo sus indicaciones no tardó mucho en encontrarla.

¿Pero que podía significar esa señal del cielo?

Ambos decidieron compartir sus hallazgos y pensamientos con sus otros amigos, Artaban concluyó: “en efecto algo trascendental pasará en Palestina, la brillante estrella cruzará el cielo de Israel dentro de varias semanas”, “los Judíos llevan esperando mucho tiempo por la llegada de un Mesías que los libere de sus opresores los romanos”, “entonces va a nacer un gran Rey que será la salvación de ese pueblo”, los otros estuvieron de acuerdo.

“Pero el hecho de que atravesará nuestros lugares de origen significa que esa salvación alcanzará también a nuestros pueblos”, opinó el Mago Baltazar: “Creo que debemos ver donde se detiene la estrella, para irlo a conocer, tenemos que partir de inmediato” señaló.

Artaban tomó el camino hacia el Poniente, siguiendo los senderos de las montañas grises, se encontró con una caravana que llevaba una ruta similar y se unió a ella.

Luego de varios días llegaron a una gran planicie donde comenzaba un enorme y caluroso desierto, siguieron un camino el suroeste, así lograron cruzarlo, arribaron a un pequeño pueblo donde descansaron.

Pero entonces se dieron cuenta de que se habían desviado de la trayectoria correcta, el desierto les había jugado una mala pasada.

Artaban decidió seguir por su cuenta y tomó un camino con dirección al occidente.

Así llegó a una villa pequeña, se detuvo para confirmar su destino y cuando ya se iba se dio cuenta de que algo raro pasaba en el sitio, los lugareños se notaban confusos, uno de ellos le dijo que no sabían si comenzar a sembrar o si mejor sacaban a sus rebaños de ovejas.

Artaban lo pensó y decidió quedarse por esa noche… en la madrugada salió a ver el firmamento y creyó ver en las estrellas que pronto llovería, así que en cuanto amaneció les aconsejó a los pobladores que sembraran de inmediato para aprovechar la próxima agua que caería del cielo.

Le hicieron caso cuando vieron la seguridad de sus conclusiones, se quedó y después de algunos días empezó a llover, lo que hizo felices a todos, luego de despedirse, se apresuró a reanudar su camino, pero una tormenta se desató, lo que lo obligó a esperar un poco más.

Mientras sus amigos los otros sabios, ya habían llegado al punto de reunión acordado, para ir al interior de Palestina, se extrañaron de su ausencia y decidieron continuar adelante.

Cuando por fin terminó la tempestad observó el cielo y se dio cuenta de que la brillante estrella, que junto con los demás Magos habían visto semanas atrás, ya se había desplazado en el firmamento y parecía que se detenía en algún punto al poniente de Judea.

Artaban pudo tomar al camino con la ruta hacia Palestina, pero ya era tarde, esa noche vió con tristeza que la brillante estrella había dejado de iluminar el cielo, ya no estaba más, era tiempo de volver a casa.

Molesto y decepcionado por no haber cumplido su objetivo, dio la vuelta y transitó ahora hacia Levante, para volver a su hogar.

Varias semanas después y ya restablecido en su casa, recibió una carta de su amigo el Mago Melchor, quien le informó con entusiasmo:

“Fue extraordinario haber conocido a ese bebé, no hay duda de que lo Divino habita en él…

Será alguien muy grande y hará cosas extraordinarias cuando sea adulto.

Ojalá pueda retornar a Palestina dentro de unos años para volverlo a ver” y concluyó:

“Solo el Creador lo sabe todo y nadie escapa a su destino, el cual esta escrito en las estrellas”.

Por: Antonio Aceves

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