MARTES 11 DE OCTUBRE DE 1955, 2:07 AM
Los huracanes, ciclones, tifones, tormentas y hasta depresiones tropicales tienen nombre y/o número en clave para distinguirlos.
Los tornados no tienen nada de eso.
La razón es que aparecen súbitamente, como monstruos feroces que destrozan todo lo que pueden con vientos que van desde los 80 hasta más de 400 km/hr, caen de las nubes hasta tocar el suelo y luego siguen una trayectoria errática, casi en zig zag, atravesando los lugares que azotan con toda su furia
Son como una gran batidora, su enorme fuerza en ocasiones levanta todos los objetos, animales y seres humanos que encuentra, los succiona y lleva a decenas de metros de altura para al final azotarlos contra el piso.
Nadie ni nada puede resistir su golpe directo.
Pero su duración casi siempre es muy corta, no más allá de 10 o 15 minutos por lo regular, aunque en otros sitios han permanecido por casi una hora.
Así ocurrió esa vez aquí en la ciudad de Minatitlán.
NOCHE INOLVIDABLE
El día anterior, los habitantes de nuestra tierra petrolera pasaron un día de extremo calor, según varias personas que lo recuerdan, luego de sufrir lluvias constantes ese Lunes amaneció soleado y durante toda la jornada no sopló nada de viento, se sintió un ominosa alta temperatura bochornosa.
Todo cambió cuando el astro rey dejó paso a la noche, pronto en el ahora oscuro horizonte se vieron muchos relámpagos y una inesperada racha de vientos hizo su aparición, comenzó a llover luego de las 9:00 pm, los rayos tronaron fuerte dentro de una gran tormenta con abundante agua cayendo del cielo, así se mantuvo casi hasta las 11:00 pm, cuando el vendaval disminuyó y pareció terminar.
Por la negrura de la noche nadie pudo advertir que un gran cúmulo de nubes procedente del cercano Golfo de México se internó desde el norte, atravesando el pantano que divide Mina de Coatza y se dirigió a los terrenos del actual cuartel militar del ejido Tacoteno.
Entonces se rompió la gran base de nubes cumulus y una columna rotatoria bajó velozmente hasta hacer contacto con la superficie.
Mientras los vecinos alrededor del parque Independencia de la ciudad dormían tranquilos, aunque han pasado una noche borrascosa, al parecer ya pasó lo peor.
El furioso torbellino comienza a desplazarse a la altura del cuartel militar e inicia su camino en la parte más lejana de la pista del entonces aeropuerto local, se encamina con rumbo al río Coatzacoalcos, pasando para empezar por la colonia 18 de Marzo.
En una de las casas de esa Colonia petrolera, un ingeniero habitante de una de ellas, se despierta por un ruido que al principio identifica como una locomotora en movimiento.
“Se oía como si se acercara el tren que pasa a un lado de la colonia (18 de Marzo)” recuerda, “lo raro es que se oía venir desde la pista del aeropuerto, no desde la colonia de la bomba o desde la portada norte de la refinería, pensé que venía otra tormenta, así que aseguré las ventanas de la casa”.
Finalmente el tornado (al parecer con vientos de hasta 140 kms/hr) golpea los árboles del interior de la colonia y arranca de su lugar a dos enormes y viejos robles que estaban junto a las canchas de tenis.
En su zigzageante trayectoria y con el movimiento de batidora de su centro (succiona y suelta, sube y baja) cae sobre una casa (hoy la panadería Ariadna) en la calle Blanca Estela Pavón y derriba su techo, llevándose algunos muebles de su sala.
Vuelve a subir y tuerce hacia la calle Eulalio Vela.
Mientras en la calle Gutiérrez Zamora en la casa de “las bugambilias” otro padre de familia despierta alertado por un ruido extraño que oye se viene acercando, el también cree que es como “un tren a gran velocidad”, “mi nana iba a abrir una ventana de la casa para tratar de ver qué era eso” narra una jovencita de ese entonces, “pero mi papá le ordenó que la cerrara, todos nos despertamos y con ese ruido amenazante cada vez más fuerte nos pusimos a rezar, mi mamá abrazó a mi hermanito menor que era un bebé de meses, fueron momentos de miedo que no he olvidado”.
DESTRUYE TODO A SU PASO
El tornado ya avanza entre diversas casas de la colonia obrera, en zig zag, subiendo y bajando, llevándose los techos, muebles y diversos objetos de varias de ellas, también revienta los cables de luz, telefónicos y de cualquier tipo de las calles por dónde transita como un ente maligno y siniestro.
Sigue por la calle Juárez destruyendo todo lo que se cruza en su irregular senda, aquí y allá continúa causando destrozos mientras recorre la ciudad, llega finalmente a la parte de atrás del parque Independencia, aterriza en el techo de una casa de Gutiérrez Zamora, junto a la “casa de las bugambilias”, que estremece pero no daña.
Se llevó el techo donde cayó y volvió a subir.
“Escuchamos un gran estruendo en la madrugada, nos levantamos y escuchamos ese sonido raro de algo que se aproximaba” señala un joven cercano a ese domicilio, “de pronto hubo algo similar a una explosión, abrimos una ventana y vimos la casa de un vecino sin techo”.
El terrible torbellino cae ahora sobre el mercado Hidalgo, lo hace pedazos llevándose casi todo y vuelve a subir para perderse desapareciendo tras la isla de Capoacán.
Todo ha terminado, duró poco más de 15 minutos.
Cuando amanece poco a poco los que viven en colonias aledañas como la Santa Clara, El Palmar, Cuauhtémoc, La Gravera entre otras no entienden lo que ocurrió en las calles cercanas al entonces “centro” de la ciudad.
Todo está revuelto y roto, muchos vecinos andan buscando muebles, estufas refrigeradores, sillas, tanques de agua, cilindros de gas, etc. que el tornado les quitó cuando pegó a sus casas.
La normalidad vuelve conforme las horas transcurren y las anécdotas hacen su aparición, no se sabe de muertos sólo de heridos, las pérdidas son principalmente materiales.
No ha vuelto a suceder algo similar desde entonces, solo trombas.
Por: Antonio Aceves