“La Alberca olímpica lucía gigantesca y ya era un volcán en erupción, todos gritaban apoyándome, sus voces me llenaban de confianza, sonreí un poco pero me mantuve concentrado…
Era la última prueba del día, la que todos esperaban, ahora me tocaba hacer mi parte y cumplir con lo planeado y hacer valer todos los esfuerzos y sacrificios de mi familia, entrenadores y amigos, de colmar las esperanzas de mis hermanos mexicanos, no lo pensé mucho, me pareció divertido (recuerden que tenía 17 años) y me preparé para dar mi mejor esfuerzo.
Uno por uno nos alineamos en nuestros bancos de salida y nos inclinamos para esperar el disparo de salida.
La gente guardó silencio, estaba expectante, nosotros también.
PUM! Se escuchó y todos nos lanzamos al agua, la gritería empezó de nuevo, los primeros 50 mts se pasaron de prisa con el ruso Kosinsky en primero, también se me adelantó un poco el estadounidense Job, traté de no desbocarme, aún no era el momento…
En la segunda alberca nadada fui acortando distancias y cuando di la vuelta aceleré con toda mi fuerza (no lo sabía pero el alemán Henninger en el carril 1, iba primero al terminar los 100 mts).
En seguida me pegué con Job y me le acerqué al ruso, también otros competidores aceleraron y sentí que nos emparejaban, llegué muy rápido a los 150 mts y di la vuelta con todas mis ganas.
Los últimos 50 mts, el momento había llegado, era con todo, ahora o nunca (mientras el alemán Henninger reventó y se rezagó en el carril 1)
Aumenté todo lo que pude el ritmo de mis brazadas y patadas, en ese momento el adecuado precalentamiento ocasionó que mis músculos se estiraran al límite y me permitieran alcanzar mi velocidad máxima, dejé atrás a Job…
A la mitad de la alberca me emparejé con Kosinsky y también poco a poco lo superé, escuché el jadeo, resoplos y pujidos de mis rivales tratando de alcanzarme.
La gritería subió de tono hasta su nivel máximo, todos me animaban a todo pulmón, sus gritos eran ensordecedores.
Los últimos 25 mts pasaron en un instante y me lancé para tocar primero, el ruso y el norteamericano también hicieron lo mismo.
Volteé a la pantalla del tablero oficial y casi en seguida apareció mi nombre en primer lugar.
El público explotó en jubilo, todos brincaban y gritaban, casi no se escuchó cuando por los altavoces dijeron: Felipe Muñoz, México, primer Lugar y ¡Medalla de Oro!
La gritería era ensordecedora y la locura se había apoderado del gran recinto olímpico.
Me pareció que todos festejaban.
Brinqué de alegría aún dentro de la alberca, en seguida se me acercó Job para felicitarme, el ruso volteó hacia otro lado.
Todo empezó a pasar como en cámara lenta cuando salí de la alberca y levanté los brazos, estaba exhausto pero feliz, muy contento, muchos se me acercaron a abrazarme y felicitarme, era como un sueño.
Luego se vino la ceremonia de la premiación, nunca olvidaré cuando escuché los acordes del himno nacional, qué hermoso es, de pronto se me salieron las lágrimas de emoción y felicidad, había cumplido con mi parte, había hecho quedar bien a mis padres, mis entrenadores, mis amigos.
Ahora todo mi país tenía algo porque sonreír en ese difícil año, me sentía en el paraíso.
Mi vida cambió para siempre, me hice popular y seguí mi camino en otras actividades, he acertado y me he equivocado como cualquiera, pero la medalla que gané siempre me ha acompañado y animado para salir adelante… soy afortunado sin duda, todo lo pasado en esa noche me parece que apenas ocurrió la semana pasada, ya que todo se dio a mi favor para que ese martes 22 fuese mi día ideal, mi momento perfecto…”
Por: Antonio Aceves