"El fantasma de la Ópera existió. No fue, como durante mucho tiempo se creyó, una inspiración de artistas, una superstición de directores…”

El Fantasma de la Ópera

En septiembre de 1909 apareció en el periódico parisino “Le Gaulois” la entrega inicial de un folletín titulado El fantasma de la Ópera.

Su autor, Gaston Leroux, confesaba haber investigado una serie de extraños sucesos acontecidos en el Palacio Garnier, sede de la Ópera de París, y que su propósito en la novela era exponer el fruto de dichas pesquisas.

Durante los cinco meses en que se sucedieron las entregas en Le Gaulois, los lectores quedaron atrapados por la historia de un fantasma que deambulaba entre bambalinas causando la muerte a todo aquel que osara mirarle.

El fantasma era en realidad un hombre atormentado cuyo rostro, deformado de nacimiento, le otorgaba el aspecto de una verdadera aparición. Leroux lo presenta como un genio de la arquitectura, la magia y la música, y a la vez, como un cadáver viviente que había erigido sus dominios en los subterráneos de la Ópera. La criatura se enamoró de una joven soprano, Christine Daaé, le dio lecciones de canto y hace todo lo posible por mantenerla a su lado, y la rapta para retenerla en su morada.

Así una misteriosa presencia habitaba los sótanos de la Ópera de París provocando accidentes y chantajeando a los propietarios

Finalmente, Erik –ese era el nombre del fantasma–, en un gesto de redención, deja marchar a Christine con su amor de la niñez, el vizconde Raoul de Chagny. En el epílogo de la novela, Leroux cuenta el fin del fantasma: solo y desesperado, presa de sus frustraciones, pero habiendo sentido un atisbo del amor que tanto anhelaba, concluye su vida aislado en el subsuelo del teatro de la Ópera.

El fantasma de la Ópera cautivó igualmente a los lectores y, muy pronto, también a los espectadores, gracias a diversas adaptaciones cinematográficas y, más recientemente, por un musical que de popularidad planetaria.

¿MÁS QUE UN MITO?

Desde la primera entrega de la novela, Gaston Leroux afirmaba con vehemencia que lo que iba a relatar en capítulos sucesivos estaba basado en hechos reales. “El fantasma de la Ópera existió. No fue, como durante mucho tiempo se creyó, una inspiración de artistas, una superstición de directores”.

Una primera fuente de inspiración para la historia del fantasma la constituye el mismo edificio de la Ópera, al comenzar las obras, en 1862, un inesperado obstáculo emergió desde las profundidades: un antiguo afluente del Sena amenazaba la estabilidad del edificio, que debería alzarse sobre terrenos pantanosos. Para asegurar los cimientos, el arquitecto, Charles Garnier, creó un lago artificial aislado por muros que debía dar estabilidad al edificio y evitar filtraciones de agua. En la actualidad, los bomberos parisinos lo drenan dos veces al año para evitar que el nivel freático suba y protegen a los peces ciegos que lo habitan. Entre la gran cisterna y el nivel de suelo se edificaron 5 pisos de galerías subterráneas.

Gaston Leroux sostuvo que los hechos de su novela eran completamente verídicos.

¿CUÁL ES LA REALIDAD?

En 1907, un grupo de hombres encabezados por el director de la Sociedad Gramofónica de París, Alfred Clark, y el director de la Ópera, Pierre Gailhard, se reunieron para llevar a cabo una tarea especial, Clark había donado a la Academia Nacional de Música varias grabaciones de cantantes líricos de la época, con una condición: mantener aquellos discos sellados en el interior de unas urnas metálicas. Gailhard optó por guardar ese tesoro en el subsuelo de la Ópera, cerca del lago subterráneo artificial, un lugar protegido del sol y de miradas curiosas (en 2007 se abrieron las cajas y las grabaciones se editaron en CDs con el título Las urnas de la Ópera).

Leroux recoge esta misma historia, añadiendo que, cuando los obreros comenzaron los trabajos para realizar una caja fuerte en uno de los muros del subterráneo, la pared se derrumbó dejando al descubierto un apartamento completamente amueblado, con un cuerpo en descomposición.

Al parecer, la Ópera quiso ocultar aquel insospechado descubrimiento y arrojó el cadáver a una fosa común. Pero el novelista quiso averiguar más y constató que la estructura ósea del cuerpo presentaba signos de malformación. Cómo que se encerrase a sí mismo con la única intención de fallecer allí.

CHRISTINE DAAÉ

Un elemento en el que se mezcla también realidad y ficción es la protagonista femenina, Christine Daaé. Las semejanzas entre este personaje de ficción y una cantante de la época son más que evidentes. Al parecer, Leroux se habría inspirado en la vida de Christina Nilsson para concebir a Daaé. Ambas habían nacido en Suecia, eran hijas de campesinos, sus madres habían muerto siendo ellas muy pequeñas y acompañaron a sus padres de pueblo en pueblo tocando el violín y cantando melodías populares; cuando sus progenitores murieron, fueron adoptadas por mecenas que no sólo las cuidaron como a sus propias hijas, sino que les abrieron las puertas del mundo lírico en París. Finalmente, las dos contrajeron matrimonio con un hombre de la aristocracia; en el caso de Nilsson con un aristócrata español, el conde de Casa Miranda.

¿Y el fantasma? Aunque Erik no era realmente un fantasma, sino un hombre de carne y hueso que se servía del miedo supersticioso de los demás a los espíritus, aún no se han analizado los restos del hombre hallado en el subsuelo de la ópera, hasta que se hagan el misterio de su personalidad continuará vigente.

Por: Antonio Aceves

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