La noche de Tlatelolco

CIUDAD DE MÉXICO, OTOÑO DE 1968

“No me iré, no puedo abandonar ahora y dejarías solas, ha sido un largo camino” le dice Paty a su Padre, “me quedaré y seguiré participando con mis amigas”, ella es una joven estudiante foránea de la facultad de Química de la UNAM.

Es una tarde gris de septiembre, las calles de la enorme ciudad empiezan a llenarse de gente con carteles en la mano, otros traen el rostro cubierto mientras policías y granaderos aparecen por todas partes, se siente un ambiente tenso, aunque no hay programada alguna marcha de protesta, el Consejo Nacional de Huelga (CNH) está organizando una gran manifestación para principios de octubre, que es cuando iniciarán los juegos olímpicos, un magno evento que involucra a los máximos dirigentes del país.

El presidente nacional y su gabinete están muy preocupados porque lo que parecía había disminuido de intensidad, al parecer está recobrando fuerza; la resistencia estudiantil y civil por el descontento ante la forma brutal y arbitraria de actuar del gobierno parece crecer, pero esta vez no será tolerada, ya que puede arruinar el desarrollo de las Olimpiadas que se celebrarán ante los ojos del mundo, así las autoridades deciden crear en secreto grupos paramilitares de choque para contener los disturbios que se aproximan, uno de ellos es el batallón “Olimpia” que será protagonista las próximas semanas, “hay que cortar de raíz el problema, antes que se vuelva incontrolable” es la consigna para ellos.

Mientras la situación se define en el departamento donde dialogan Paty y su papá, “no puedo dejarte aquí, no quiero que te lastimen, lo siento vendrás conmigo a casa”, concluyó el progenitor, al día siguiente ambos abandonan la enorme urbe capitalina.

Ella no lo sabe pero la decisión paterna le salvará su vida, deja atrás a sus queridas compañeras a quienes no volverá a ver, la tragedia caerá días después sobre ellas y otras cientos de personas en una plaza pública.

PUEBLO UNIDO

Todo comenzó al parecer el 22-23 de julio de 1968 cuando alumnos de la Voca 2 y 5 del IPN tienen una pelea campal con los de la prepa “Isaac Ochoterena” de la UNAM y son reprimidos con exceso de fuerza por la policía, lo que provoca que se eleven protestas de las agrupaciones estudiantiles de ambas casas de estudio, así inician las marchas para manifestarse en contra de la gran represión. En un principio solo participaron estudiantes pero con el transcurso de los días y luego de las semanas se agregaron otras organizaciones políticas, sociales y hasta de otros estados para reclamar que se respeten sus derechos y se atiendan las demandas, de cientos pasan a ser miles que invaden las calles de la enorme megalópolis y el gobierno capitalino ante el caos creado envía piquetes de policías para controlarlos, también el ejército interviene con numerosos  granaderos, pero no pueden y todo empeora cada vez más y se acercan los juegos olímpicos.

Durante agosto se llevaron a cabo enormes manifestaciones que desbordan a los policías y granaderos, pero luego varios desacuerdos internos en el CNH provocaron que disminuyeran las protestas y la tranquilidad volvió a las calles, mientras las autoridades respiraban aliviadas, pero a mediados de septiembre otros líderes políticos externos infiltrados en el movimiento lograron que se retomaran las marchas para exigir al gobierno que se cumpla con las demandas planteadas, se acuerda efectuar una mega manifestación para el ya cercano Octubre con un mitin final en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, al enterarse el mandatario nacional le ordenó a su secretario de gobernación que elimine las marchas de protesta, se decide aplastarlas mediante una atroz emboscada.

BATALLÓN OLIMPIA

Así la tarde del 2 de octubre se realizó una enorme manifestación que terminó en la explanada de la plaza, luego el grupo de los líderes estudiantiles subió al balcón de un piso superior del edificio Chihuahua de la unidad habitacional, desde donde dieron un discurso a la multitud congregada. Nadie advirtió cuando de forma rápida y silenciosa un contingente armado y con un guante blanco en su mano izquierda (el batallón Olimpia) ingresó por la parte trasera del edificio para tomar posiciones en el interior del inmueble y poco antes de las 6 pm varias unidades motorizadas del ejército se presentaron por un lado de la plaza (frente al edificio), de pronto llegó un helicóptero que voló sobre los manifestantes, soltó una bengala y se desató una nutrida balacera.

El grupo con guante blanco le disparó a la multitud y a los soldados que estaban a un lado de la explanada, entonces los militares agredidos contestaron accionando sus armas hacia donde provenían los tiros, en la gran confusión creyeron que era la gente reunida quien les disparó y la masacró sin piedad, la plaza se llenó de acribillados y muertos. Muchos trataron de huir de la matanza, algunos lo lograron, los gritos y llantos de dolor se oían por todos lados, un río de sangre corrió por todo el pavimento, los soldados persiguieron y mataron a los que pudieron alcanzar, al final la cifra oficial informó sobre 32 muertos y algunos heridos. Las autoridades le restaron importancia a lo sucedido y lo minimizaron todo lo posible, ahora sabemos que murieron más de 500 y casi 300 heridos, la mayoría de los cadáveres se tiraron en fosas clandestinas por lo que nunca fueron recuperados y hubo una cifra desconocida de desaparecidos, los que fueron detenidos pasaron muchos años en cárceles dónde murieron, los que sobrevivieron recuperaron su libertad luego de mucho tiempo.

Lo ocurrido siempre será recordado como: “La noche de Tlatelolco”, el acto más vil y cobarde cometido por un gobierno mexicano y que nunca será olvidado ni perdonado.

Por: Antonio Aceves

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